martes, 9 de septiembre de 2008

Vol.2

Era verano, el sol cegaba mi joven vista, paseaba y a la vez intentaba distraer mi mente para no pensar en lo que había visto en la televisión. Mi equipo había perdido la oportunidad de coronarse en la cima, una noticia bastante triste para mí por aquel entonces. Mientras paseaba, me di cuenta que a pesar de ser verano las calles estaban vacías. La mayoría de la gente siempre desea tener tiempo libre pero cuando lo tienen en su poder, muy a menudo, se termina desperdiciando en el sofá de casa. Yo sin embargo, cada vez que tenía tiempo libre intentaba salir de casa, no sé si algo tuviese que ver con el hecho de que el sofá fuese excesivamente incómodo y viejo como para pasar en él mas de un par de horas.

El tiempo transcurría sin cesar, como un corredor de maratón antes de llegar a la meta. Se hizo la oscuridad, la luna bañaba la noche pero sin la compañía de las estrellas. Las casas empezaban a emanar gente y las calles se encharcaban como si un torrente atacara la ciudad. De repente, algo me llamó la atención, mas bien, alguien llamó mi atención. Era una chica, la conocía de vista y de haber cruzado alguna vez un par de palabras con ella, ni siquiera recordaba su nombre, Uroz era su apellido, eso sí que lo recordaba. Era sin duda la chica más guapa que había visto a mi corta edad, no tan corta para algunos, rozaba los 20. Tenía los ojos tan cristalinos que se podían llegar a ver su alma a través de ellos, tenía el pelo largo y dorado como los rayos de sol que habían cegado mis ojos unas cuantas horas antes. Siempre que la veía sentía un extraño sosiego, el mundo se paraba, se detenía, pero eso, por desgracia, solo duraba unos instantes, concretamente hasta que se acercaba a tan solo unos metros, esos pocos metros se convertían para mí en el último spring de un nadador, lleno de nervios y tensión.

- Hola. Me dijo con su sonrisa pura y dulce.
- Hola, ¿qué tal?, ¿A dar un paseo?. Dije yo, o al menos eso creía.
- Sí, es la mejor hora para pasear, yo cada noche salgo a dar una vuelta.
- Haces muy bien, pero... ¿no te aburres tú sola?. Pregunte con curiosidad.
- A veces, porque crees que te he saludado cuando te he visto. ¿Me acompañas?. Respondió ella devolviendo la pregunta.
- ¿No les dirás eso a todos los chicos que te encuentras paseando?. Comente a modo de broma.
- Solo a los que se ponen nerviosos cuando hablan conmigo. Respondió.
Ambos esbozamos una sonrisa y sin más, empezamos a pasear. Caminábamos, hablábamos, reíamos... pasaban los minutos, aunque para mí eran segundos, supongo que será por eso de que el tiempo pasa más ligeramente a tu alrededor cuando lo estás pasando bien. Ella también lo pasaba bien, lo podía ver en sus claros ojos, todo se podía ver en ellos... o casi todo, como descubriría más tarde.

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