martes, 11 de noviembre de 2008

Carrera hacia el futuro

Corro, corro y no paro de correr. Veo la luz al final, necesito llegar hasta ella, puede que sea mi salvación. Detrás de mí, a unos cuantos metros noto la presencia de alguien. Es ese alguien que siempre va detrás de ti, observando los pasos y las medidas que tomas a lo largo de las horas, días, meses y años que elaboran tu vida.
Corro a través de una pasillo enorme, esta lleno de tuberías, charcos y humo, parecido a los que salen en “Pesadilla en Elm Street”. No consigo saber cuando vendrá el final. Empiezo a ponerme nervioso, a la vez que cansado. Hago que mi sombra se separe de mí, así quizás pueda ir más rápido. Necesito agua, y de repente aparece una mesa llena de botellas pero todas están vacías.
No puedo creérmelo, veo el final. Se ve una puerta como de instituto, grande, de metal, difícil de saltar, pero afortunadamente esta abierta, se ve la calle, está completamente abarrotada de gente. Todos intentan cortarme el paso, pero no se como me meto dentro de un coche y consigo salir del apuro, eso sí, con un par de moratones.
Hay alguien al volante, pero los rayos de sol me dan totalmente de cara, así que no puedo identificarlo. Le cuento mi situación y sin mediar una palabra arranca el coche. Debe de ser un coche potente, ya que la aceleración de este, hace que todo mi cuerpo choque bruscamente sobre el asiento. Gira bruscamente hacia un lado y otro, pierdo totalmente el equilibrio y no paro de chocarme con cada una de las puertas que se sitúan a mis lados. Aprieta el acelerador y noto como el coche coge una velocidad que yo nunca antes había experimentado.
Es increíble, veo el rostro del conductor, es... soy yo mismo pero con muchos más años, tengo el pelo alborotado, una barba bastante espesa y estoy extremadamente delgado. Mis ojos y sus ojos tienen el mismo color pero los suyos desprenden un brillo totalmente diferente al mío. No para de reír. Ambos sabemos que el choque esta apunto de producirse. Los dos salimos disparados a través de la luna de cristal delantera del coche. Estoy en el suelo, lleno de sangre y de cristal, él sin embargo esta de pie, como si nada hubiese ocurrido. No para de reír. Agacha su cabeza hasta hacerla chocar contra la mía, creo que alguno de mis cristales se ha quedado en su frente. Me mira fijamente, a la vez que ríe y me escupe su saliva a la cara. Me susurra algo al oído, pero no lo escucho, en realidad no escucho nada, creo que me he quedado sordo. Me da un arma, nunca he utilizado ninguna, pero supongo que el mecanismo es apuntar y apretar el gatillo. Primero apunto, él se abre de brazos y espera el disparo. Me tiembla la mano, siempre creí que si tuviese que disparar a alguien no dudaría pero nunca había supuesto que ese alguien sería yo. Disparó. La bala atraviesa su mandíbula hacia arriba, el impacto ha sido mortal. Cae desplomado contra el suelo lleno de cristales y trozos metálicos del coche. No sé que ha ocurrido, bueno.. sí lo sé, tengo un arma en la mano y me acabo de asesinar a mí mismo.

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