viernes, 21 de noviembre de 2008

Vol.4

Frente a mí, uno de los edificios más respetados y odiados de la ciudad, la comisaría. Al otro lado de los muros, una posible respuesta a la llamada de aquella agente que me dijo que ella, había desaparecido. Subo las escaleras despacio, intentando controlar mis nervios, durante toda mi vida me había resultado bastante fácil, pero en aquel momento me era prácticamente imposible.

- Hola, soy el señor Moreno. La agente Camacho me llamó hace apenas una hora para informarme de la desaparición de una buena amiga mía. ¿Sabe de lo que estoy hablando?. Dije algo nervioso.
- Claro. Yo misma soy esa tal “agente Camacho” de la que usted habla, ¿me deja su documento de identidad?, por favor. Dijo sonriendo.
- Por supuesto, aquí tiene. Le dije mientras le daba el DNI.
- Puede sentarse justo ahí si lo desea, enseguida vendrá el sargento Santiago.

Eran los sillones más incómodos en los que había depositado mi cuerpo, nunca antes había deseado con tanta fuerza que alguien viniera para poder levantarme. El vestíbulo era grandísimo, muy espacioso, había gran cantidad de gente, todas ellas con cara de susto y respeto a la vez, es increíble lo que solo el significado de la palabra “policía” acarrea.
Tras unos cuantos minutos de espera, quizás fuesen unos veinte, apareció.

- ¿Señor Moreno?. Preguntó él.
- Sí, soy yo, he venido lo antes posible. ¿Qué ha ocurrido?. Pregunte ansioso.
- Antes de todo, mi nombre es Gabriel Santiago, soy el sargento de homicidios de esta comisaría. Y en respuesta a su pregunta, aún no lo sabemos pero por lo que parece, tenemos a un asesino desaparecido y a un asesinado en nuestro poder.
- Quiere decir que... ella ha sido asesinad... no puedo creerlo... Susurré casi desmayándome.
-¡No, tranquilo!. Lo que quiero decir, es que... mire, mejor pasamos a mi despacho, y le explico todo lo que sabemos y donde aparece la ayuda que usted nos facilitará. Aplacó él sin sentimiento.

Cruzamos unos cuantos pasillos, lo único que recuerdo, es que las camisas de la gente cada vez se iban haciendo más azules, hasta llegar a un punto donde solo existían camisas azuladas con zapatos negros.

- Tome asiento, creo que lo necesita, señor Moreno. Dijo educadamente.
- Eso haré, pero por favor, no se demore más, y explique porque me han llamado y que le ha ocurrido a Vanesa.
- ¿Se refiere usted a la señorita Uroz?. Pues le explicó, un vecino nos llamó ayer sobre las once de la noche, denunciando que de la casa de enfrente salía un olor nauseabundo. Así pues, mandamos a un joven agente a ver que sucedía. Lo que sucedía, señor Moreno, es que en la casa de su amiguita había un cadáver.
- ¿Co... Cómo dice?. Respondí casi sin palabras.
- Además de este hecho, había sangre por todas partes, en la mayoría, claro está, del fallecido, y en pequeñas dosis y dispersas por determinados rincones de la casa, de la señorita Uroz.

Intente aclararme la voz, pero no podía, le pedí amablemente un vaso de agua. Él mismo me trajo una tila. Tras bebérmela frente a él, ambos en silencio, colocaba en mi mente cada una de las palabras que había pronunciado hace unos segundos.

- Gracias por la tila, sargento, la necesitaba.
- Sigamos, ya que cuanto antes acabemos con esto mucho mejor, ahora que pensaba cogerme unas vacaciones va y aparece como arte de magia este caso... Bueno, supongo que usted ya sabrá quien es la supuesta asesina, y las papeletas que tiene para llevarse el premio gordo, así que dígame, ¿cuándo fue la última vez que la vio?. Dijo directamente y clavando sus ojos, como un sabueso en busca de su presa, en los míos.
- Pues... hace ya varios... ¡espere!. ¿Cómo que supuesta asesina?. Ella jamás haría algo así. ¿Qué pruebas tiene?. Seguro que ninguna, estará dando palos de ciego, lo único que quiere es deshacerse de este problema lo antes posible para irse a la playa. Grité cabreado.
- Está en lo cierto, señor Moreno, está en lo cierto. No tengo pruebas, no tengo pistas, no tengo los resultados forenses y lo que es aún más horrible, no tengo donuts para desayunar. Esbozó una sonrisa y siguió hablando. Mire, sé que usted está afectado, prácticamente en shock, pero lo único que busco es algo que explique lo sucedido, y como en el presente no tengo nada, debo recurrir al pasado, ya he recurrido al pasado de nuestro amigo muerto, pero aún no he recurrido al pasado de la señorita Uroz, ahí es donde usted entra en juego.
- De acuerdo, me calmaré e intentaré explicarle lo mejor que pueda cada uno de los pasos que he dado antes de llegar a este despacho, pero por favor, dígame una cosa, ¿sabe que le ha ocurrido a Vanesa?. Pregunte preocupado.
- Amigo mío, el juego acaba de comenzar, así que no me pregunte quien ha ganado, porque lo único que sé, es que ella ya ha tirado el dado, y ahora me toca a mí.

1 comentario:

Paciente nº 007 dijo...

Esta chula historia, tio...peor me ha molado mas el poli cuyo apellido es Santiago...me mola, me mola...