martes, 25 de noviembre de 2008

Un agradable paseo

Sujeto el paquete entre mis brazos, es pesado, cuadrado y marrón. Al lado mío una señora con bolsas de un supermercado respira agobiada por la cantidad de gente que hay en el autobús. Está gorda, su aspecto me repugna y miro hacia la ventana para evitar que tan siquiera me observe. Al otro lado de la ventana una madre pasea a su hijo en su carrito, mientras habla con su amiga 10 años más joven que ella. Como es posible que alguien sienta tan poco respeto por la vida de su hijo, al tenerlo tan joven y al no saber cuidar de él.
Pienso que todos los que me rodean son inferiores a mí, en cierto modo, no lo pienso, lo creo. Aquel chico tiene tanto acne en la cara que ni tan siquiera puedo mirarlo sin querer vomitar encima de él, para dejarle la cara más limpia de lo que la tiene ahora. Aquella otra, no para de moverse de una forma que me causa, a la vez risa y a la vez vergüenza ajena. El señor del periódico lee entusiasmado, o al menos eso hace entender, ya que sin duda alguna ninguno de sus gestos me hace creer que sabe lo que esta leyendo, pobre ingenuo. No merece la pena hablar del pobre desgraciado que esta detrás de mí, huele mal, viste mal y por si fuera poco, se expresa mal. Siento compasión de la chica que se sienta a su lado, parece simpática, el único problema que tiene es que para poder mirarla a la cara, antes tendrían que rajarme los ojos con una navaja, como a la mujer del corto de Luis Buñuel y Salvador Dalí, “Un perro andaluz”. Al menos, el conductor parece de lo más apacible, ya que aplaca a la gente con fuerza y simpatía, sinceramente lo admiro, me gustaría ser como él, solo en ese aspecto, ya que imagino que su vida debe ser realmente mala para que su trabajo sea tan importante para él.
Odio a la gente que paga con monedas, lo único que hacen es retrasar más aún el viaje, y lo que es tan importante, ¿por qué diablos corren tanto antes de subirse al autobús?, si luego se quedan las últimas para pagar en efectivo. El tráfico, otro penoso desastre de la humanidad, nervios, furia y descontrol, por eso yo siempre cojo el transporte urbano. El nerviosismo es diferente al del coche, en cierto modo, se comparte entre la gente y siempre puedo discutir inútilmente con otro individuo menos capacitado que yo sobre las maneras y conductas de todo personaje ajeno a nuestro mundo dentro del autobús.
Por fin mi parada, ya solo queda andar unos cuantos metros para desaparecer lejos de ese infierno ambulante. ¡Vaya!, olvidé mi paquete debajo del asiento, bueno... en realidad no lo olvidé, lo deje ahí a propósito. ¿Por qué?. Pues porque es una buena forma de asesinar a decenas de personas sin usar un solo músculo.

- TIC, TAC, TIC, TAC... ¡BOOM!


1 comentario:

Paciente nº 007 dijo...

Tio! Buena historia. Me ha gustado... Bueno, ya sabes que a pesar de que la mayoria de mis historias son de amor, las que mas me gustan son las de asesinatos y suspense...

Un saludo.
www.laterapiadelwhisky.blogspot.com