sábado, 15 de noviembre de 2008

Vida de una geisha

Que no el comercial “Memorias de una geisha” de Arthur Golden. Este libro, escrito por Mineko Iwasaki (una geiko profesional retirada), relata como fue su vida desde la más tierna infancia hasta los días de retiro en los que con la ayuda de Rande Brown escribió su historia. Nos cuenta como de pequeña fue “vendida” a una rica familia que se dedicaba al negocio del entretenimiento mediante las artes del baile, la cortesía, la ceremonia del té... A partir del primer momento, Mineko va desarrollando los acontecimientos desde hacia atrás a adelante, como fue su tratamiento con la familia, como llegó a ser de su confianza, su adiestramiento, sus lecciones, sus relaciones con clientes y sus compañeras de profesión, sus maridos y su vida en retiro.

Un libro que nos ayuda a aprender muchísimas cosas sobre esta cultura, que hasta no hace mucho, estaba totalmente silenciada y sobre la que se tiene una idea totalmente errónea. Recomendable sobretodo para los que siguen de cerca la cultura japonesa, ya que aparecen muchas definiciones de términos, gran cantidad de tradiciones y movimientos tanto históricos como culturales del último siglo en Japón.
También cabe a destacar, la cantidad de fotos (a color o en blanco y negro)que contiene el libro de cada una de las etapas de la vida de la escritora, que ayuda a sumergirte y a comprender, aún más, paso a paso la historia.
En contra, tiene una narración con un ligero aire de orgullo y prepotencia que no llega a ofender pero si a sorprender al lector. En ciertos pasajes del libro, quizás la lectura se haga algo pesada y dificultosa pero se debe en cierta medida a las diferencias culturales existentes.
En resumen, una versión más correcta y definida de algunos de los otros libros que tratan este tema.

Aquí, una pequeña estrofa del libro.

“Sentí un dolor punzante en el pecho. Estaba a punto de contestarle “¡te mataré!”, pero leí en la mirada de mi madre que debía contenerme y no empeorar las cosas. Me eché a llorar y salí corriendo de la casa. Jamás regresé. No valía la pena cumplir ciertas normas.”

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